Ya llevan años empecinados en demostrar que son nada menos que la banda más grande del planeta, y en cada una de sus visitas a Chile U2 ha dejado en claro que no es del todo descabellado hacer tan grandilocuente reclamo.
No se trata sólo de la cantidad de metros que mida su escenario de turno, sino también de lo que arrastran con su maquinaria y su sonido global, partiendo por las cerca de 70 mil personas que esta vez repletaron el Estadio Nacional, en la recalada santiaguina de la gira "360°".
Es la postal clásica de los irlandeses, que ahora está determinada por su ubicación literal en el lugar en que siempre se han parado: El núcleo. Eso es lo que marca a la actual gira del cuarteto, que parado bajo la ya famosa e imponente "Garra" volvió a sumir a sus seguidores chilenos en un concierto que, como pocos, puede ser calificado como "experiencia".
Así se vio desde la apertura con "Beautiful day", previa entrada de los integrantes desde la galería sur del Nacional, hasta ahora suprimida en conciertos, pero esta vez repleta gracias a la visión completa que ofrece la disposición circular y central del escenario.
"Muchas cosas han pasado desde la última vez que nos vimos... Se ven muy fuertes", fue el saludo de Bono cuando ya había interpretado "I will follow" y "Get on your boots", e intentando una "conexión chilena" que de inmediato llevaría más allá, al presentar a sus socios con apelativos como Adam "O'Higgins" Clayton, y en la invitación a Francisca Valenzuela (aunque en rigor haya dicho algo más parecido a "Venezuela") para interpretar "One tree hill".
Todas estas dinámicas fueron acompañadas de una casi siempre acertada traducción simultánea, desplegada en la pantalla cilíndrica que corona la gran estructura, y que sin dudas constituye el principal recurso escenográfico. Así queda claro cuando los bloques de LED se estiran hasta casi tocar el suelo en "City of blinding lights", para luego recogerse en la zona inferior. Es el momento en que los estímulos sensoriales llegan a su punto máximo, y en el que también se demuestra que se puede llegar a ellos de manera más inteligente que a través del derroche de pantallas en que los mismos irlandeses cayeron antes, y que por estos días sigue siendo la principal idea escénica de quien pretenda demostrar lo lejos que ha llegado.
U2, en cambio, parece tenerlo simplemente asumido, y eso deriva en resultados diversos: Por una parte, ni Bono ni sus socios se muestran lo ganosos y lúdicos que antes, cuando había un lugar que disputar o defender; por otro, su calidad institucional y angular ya parece fuera de dudas.
Es que en el lenguaje del rock, U2 instaló el concepto "planetario" como algo más que una cobertura geográfica. Hoy también es un sonido, y un concepto estético y musical, que este viernes 25 volvió a conjugarse en Chile de una forma en que, aunque pongan más o menos ganas, los irlandeses siguen ejecutando mejor que nadie.
No se trata sólo de la cantidad de metros que mida su escenario de turno, sino también de lo que arrastran con su maquinaria y su sonido global, partiendo por las cerca de 70 mil personas que esta vez repletaron el Estadio Nacional, en la recalada santiaguina de la gira "360°".
Es la postal clásica de los irlandeses, que ahora está determinada por su ubicación literal en el lugar en que siempre se han parado: El núcleo. Eso es lo que marca a la actual gira del cuarteto, que parado bajo la ya famosa e imponente "Garra" volvió a sumir a sus seguidores chilenos en un concierto que, como pocos, puede ser calificado como "experiencia".
Así se vio desde la apertura con "Beautiful day", previa entrada de los integrantes desde la galería sur del Nacional, hasta ahora suprimida en conciertos, pero esta vez repleta gracias a la visión completa que ofrece la disposición circular y central del escenario.
"Muchas cosas han pasado desde la última vez que nos vimos... Se ven muy fuertes", fue el saludo de Bono cuando ya había interpretado "I will follow" y "Get on your boots", e intentando una "conexión chilena" que de inmediato llevaría más allá, al presentar a sus socios con apelativos como Adam "O'Higgins" Clayton, y en la invitación a Francisca Valenzuela (aunque en rigor haya dicho algo más parecido a "Venezuela") para interpretar "One tree hill".
Todas estas dinámicas fueron acompañadas de una casi siempre acertada traducción simultánea, desplegada en la pantalla cilíndrica que corona la gran estructura, y que sin dudas constituye el principal recurso escenográfico. Así queda claro cuando los bloques de LED se estiran hasta casi tocar el suelo en "City of blinding lights", para luego recogerse en la zona inferior. Es el momento en que los estímulos sensoriales llegan a su punto máximo, y en el que también se demuestra que se puede llegar a ellos de manera más inteligente que a través del derroche de pantallas en que los mismos irlandeses cayeron antes, y que por estos días sigue siendo la principal idea escénica de quien pretenda demostrar lo lejos que ha llegado.
U2, en cambio, parece tenerlo simplemente asumido, y eso deriva en resultados diversos: Por una parte, ni Bono ni sus socios se muestran lo ganosos y lúdicos que antes, cuando había un lugar que disputar o defender; por otro, su calidad institucional y angular ya parece fuera de dudas.
Es que en el lenguaje del rock, U2 instaló el concepto "planetario" como algo más que una cobertura geográfica. Hoy también es un sonido, y un concepto estético y musical, que este viernes 25 volvió a conjugarse en Chile de una forma en que, aunque pongan más o menos ganas, los irlandeses siguen ejecutando mejor que nadie.
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