miércoles, 22 de diciembre de 2010

Keith Richards: narrador del año








"No creo habermelos buscado", dice Keith Richards con su voz grave y rasposa. El guitarrista de los Rolling Stones se está refiriendo a los problemas, de los cuales su autobiografía Life [Vida, que se editará en Argentina en la primera parte de 2011] está repleta: drogas, policías, síndrome de abstinencia, muertes y la turbulenta relación entre Richards y su socio y amigo de la infancia, el cantante Mick Jagger.
"Así son las cosas", dice Keith desde la oficina de su manager en Nueva York, mientras se toma un trago vespertino en un vasito de plástico rojo. "Los conflictos aparecen todo el tiempo, sobre todo cuando uno trabaja con un grupo tan cerrado." Suelta una risa sorda: "Si tengo un conflicto con alguien, eso significa que esa persona tiene un conflicto conmigo".
El título del libro de Richards es una descripción simple y precisa de su contenido: los puntos altos y los puntos más bajos de su vida; los excesos que desafiaron la muerte de este guitarrista de 66 años, desde su nacimiento hasta el presente, relatados de manera vívida, con su propia cadencia y su propia sintaxis de pirata hipster. Life comienza con un cómico y vertiginoso relato de cómo Richards zafó a último momento de una situación difícil en Arkansas, durante la gira de los Stones de 1975. A continuación, Richards, que escribió el libro con el autor británico James Fox, habla largo y tendido sobre su infancia de posguerra -fue hijo único de padres divorciados, y se crió en el duro suburbio londinense de Dartford-, la salvación emocional que encontró en el blues estadounidense, la formación de los Rolling Stones y su vínculo creativo con Jagger.
En un momento, Richards habla de un viaje que hizo hace poco a Dartford, para visitar algunos lugares de su infancia, como el departamento de tres ambientes sobre una verdulería en que vivió con sus padres, Doris y Bert, de 1949 a 1952. "Es casi como si estuvieras mirando a alguien", dice Richards ahora. "Después empezás a percibir algunas cosas, como el olor de una lámpara de gas, o a mi abuela caminando por la casa, o a mi abuelo diciendo: «Háganle al nene unas papas fritas con huevos fritos»."
Richards cuenta, con lujo de detalle, los oscuros impulsos y la sórdida rutina de su relación de diez años con la heroína, que terminó en 1979. "Si no hubiera reflexionado sobre ese tema, al libro le habría faltado algo", afirma. "Cuando me drogaba, estaba convencido de que mi cuerpo era mi propio santuario, de que podía hacer lo que quisiera con él, y de que nadie me podía decir nada." Pero Richards también contabiliza los daños producidos por sus elecciones vitales: la pérdida del cowboy espacial y también heroinómano Gram Parsons; la infernal decadencia de la amante de Richards, Anita Pallenberg; y la muerte de su hijo recién nacido, Tara, ocurrida en 1976 mientras Richards estaba de gira. "Nunca me voy a perdonar haber abandonado a un bebé recién nacido", confiesa Richards en Life. "La primera vez que hablamos sobre eso", cuenta Fox, "no le pude sacar más de cinco palabras. Después nos dimos cuenta de que teníamos que volver sobre ese tema. Me dijo que pensaba sobre eso todas las semanas". Fox, que escribió en 1983 el policial non-fictionWhite Mischief, entrevistó por primera vez a Richards en 1973 para un diario de Londres. Para la preparación de Life, Fox dice que empezó por sentarse a hablar con Richards a fines de 2007, "sobre temas y épocas, pero nunca de manera cronológica", en tandas de varios días consecutivos, hasta tres horas por día. Life incluye testimonios de primera mano de gente muy cercana a Richards que fue entrevistada por Fox, como la cantante Ronnie Spector ("un viejo amor") y el saxofonista Bobby Keys. Pero Fox no habló con los otros Stones. "Intenté", dice, "pero hay una tradición en los Rolling Stones que prohíbe inmiscuirse en los libros de los otros integrantes".
Life cuenta dos historias a la vez: una habla de música, de una vida de desarreglos y de supervivencia; la otra es un relato sentido, a veces indignado, de la vida de Richards con Jagger, que incluye sus peleas por el control y el destino de la banda. "Me daba la sensación de que a Mick no le molestaría escuchar la verdad", afirma Richards. Luego hace silencio durante un instante. "No dudo que yo puedo hacerlo enojar tanto como él a mí."
Jagger leyó Life, dice Richards, "y le molestaron un poco un par de cositas". Pero, insiste el guitarrista, "Mick y yo seguimos siendo íntimos amigos y seguimos teniendo ganas de trabajar juntos". La prueba de Richards: hablaron con Jagger recientemente acerca de los planes de la banda para 2011.
Vuelve a soltar una de sus risas temblorosas y socarronas. "¿Te imaginás lo que sería la vida si estuviera todo bien y todos estuviéramos de acuerdo en todo?", pregunta Richards. "No pasaría nada. No existiría el blues. No existiría «Happy»", dice, haciendo referencia al célebre himno de Exile on Main Street, de 1972. Y ciertamente, no existiría Life.
Cómo sobreviví a las drogas
En un fragmento de su autobiografía, Keith Richards se refiere a su relación particular con las drogas, y los secretos que, según él, le permitieron sobrevivir a los excesos: "No es sólo la alta calidad de las drogas que tomé la única razón que le atribuyo a mi supervivencia. Yo era muy meticuloso en cuanto a la cantidad que consumía. Nunca usé un poquito de más para quedar más puesto. Es esa codicia la que a mí nunca me afectó. La gente cree que, una vez que está drogada, si toma un poco más va a quedar un poco más drogada. No existe tal cosa. En especial con la cocaína. Con una raya de coca deberías estar puesto toda la noche. Pero no, después de diez minutos van y se toman otra y otra más. Es una locura. No vas a quedar más puesto. Tal vez eso sea una medida de control, y tal vez soy una rareza en ese aspecto. Quizás en eso yo corro con ventaja.
Es muy difícil explicar todo ese reviente excesivo. No es que decís, OK, vamos a descontrolar esta noche. Simplemente ocurría. Era una búsqueda de evasión, supongo, aunque no intencional. Estar en una banda te encierra un montón, y cuanto más famoso sos, más preso te sentís. Y te metés en esa espiral sólo para no ser vos durante algunas horas".

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